A veces observar a los humanos es incluso divertido. Tienen algunos comportamientos que probablemente no entiendan ni ellos. Por ejemplo, está esa tendencia a alinearse con un bando determinado: ¿Pepsi o Coca-Cola? ¿Fanta naranja o Fanta limón? ¿House o la Doctora Grey? ¿McDonalds o Burger King? ¿Star Wars o Star Trek? ¿De izquierdas o de derechas? ¿Del Madrid o del Barça? Hay tantos ejemplos que es probable que pudiera continuar indefinidamente.
Por supuesto, este comportamiento también se da en la aeronáutica, principalmente entre cuatro empresas: Airbus y Boeing; la NASA y la ESA. Mientras que la rivalidad entre las dos últimas queda quizá más enmascarada por algunas colaboraciones conjuntas y porque el sector espacial, al ser tan costoso, invita a hacer alianzas, Airbus y Boeing no se pueden ni ver. Han llegado hasta el punto de amenazar con demandarse mutamente ante la OMC.
Todo esto se comprende mucho mejor teniendo en cuenta que los humanos se vuelven muy agresivos en cuanto hay dinero -o cosas que valgan dinero- de por medio (como urraca puedo asegurar por experiencia propia que no les sienta nada bien que alguien se lleve sus cosas). La enemistad entre Airbus y Boeing tiene raíces principalmente económicas, con un ligero toque de chovinismo (Airbus es europea y Boeing estadounidense). Son las únicas dos competidoras en el mercado de los grandes aviones de transporte.
Durante muchos años Boeing fue el líder indiscutible. La aparición en el año 1970 de Airbus supuso un brusco movimiento de la balanza, y a partir del 2000 la compañía europea le llevó a la americana la delantera durante seis años consecutivos. Boeing atribuyó esto a que Airbus recibía muchas subvenciones europeas, con un fuerte apoyo por parte de los gobiernos de los países participantes en el consorcio (Francia, Alemania, Inglaterra y España). Airbus se defendió alegando que Boeing también recibía ayudas de los programas de defensa estadounidenses y los de investigación de la NASA, además de subsidios por parte de algunos estados. Vamos, amor verdadero, en su más pura esencia.
Sin embargo, el A380 ha supuesto un gran fiasco para Airbus, que en el 2006 ha vuelto a quedar por detrás de Boeing en ventas. Por diversas circunstancias no ha sido capaz de entregar en el plazo convenido los pedidos del avión, y ha habido aerolíneas que incluso han cancelado los suyos. Esto, unido a las indemnizaciones por retraso que Airbus tendrá que pagar y a la venta por parte del Reino Unido de su participación en el consorcio, ha sumido a la compañía en una importante crisis, obligándole a cerrar algunas plantas de producción y a reducir las plantillas de trabajadores. Boeing, claro, se frota las manos ante esto. La compañía europea espera resurgir con su nuevo A350.
Como podéis comprobar, es la misma historia de siempre: el incansable afán del ser humano por ser mejor que los demás en algo (cuantas más cosas mejor), da igual el cómo y el porqué. Y nunca es suficiente.
Por cierto, en la Escuela de Aeronáuticos de Madrid (como buenos europeos) muestran una clara preferencia por Airbus y la ESA (hasta el punto de que hubo un año en el que el dibujo de la camiseta para el viaje de fin de carrera era un avión Airbus dándole a un Boeing por detrás de la deriva… los que tengan una mente un poco calenturienta podrán imaginarse la escena…).